martes, 30 de octubre de 2018

JUEGOS PARA EL PATIO

Los juegos de patio de colegio (de antes)

  1. Canicas: Estas pequeñas esferas de vidrio han sido la auténtica pasión de toda una generación. Hay decenas de variantes en los juegos de las canicas, pero la esencia de los mismos es la misma siempre. Todavía no hemos conseguido comprender cómo las carreras de canicas pudieron desaparecer de los parques. Y tú, ¿de qué grupo eras, de los que ganaban las canicas de sus rivales o de los que compraban a menudo? Ojo, ¡que también se hacía con chapas!

  1. Escondite Inglés: ‘Un, dos, tres. Al escondite inglés, sin mover las manos ni los pies’. ¿Os acordáis? Esta conocida frase la repetía uno que se colocaba de cara a la pared. Mientras hablaba, el resto se movía hacia él. Pero cuando terminaba y se daba la vuelta todos tenían que estar muy, muy quietos. Si pillaba a alguien moviéndose o bien volvía a empezar desde el punto de salida, o bien se la quedaba en la pared. Ganaba aquél que tocara la pared.

  1. Rayuela: Para jugar a la rayuela únicamente se necesitaban una tiza, una piedra y un suelo donde pintar. En este juego de patio de colegio se trazaban 8 cuadrados de un tamaño medio, lo suficiente como para que quepa un pie y que al tirar una piedra no rebote fácilmente por el resto de cuadrados. Después lanzamos hacia los cuadrados la piedra (aunque tampoco hay que ser exigentes, que hace las mismas funciones un botón). Si el objeto no cae dentro de las líneas perdemos el turno, o sea que si roza el borde de los trazos o rebota fuera tendremos que ceder nuestro sitio al siguiente. Si lo conseguimos, tendremos que saltar los cuadrados tratando de evitar el que tenga la piedra. Además, sólo se puede poner un pie en cada cuadrado y si, por error, pisamos las líneas, nos salimos del cuadrado o saltamos sobre el incorrecto perderemos el turno.  Cuando llegamos al último cuadrado tenemos que girarnos sobre nosotros mismos, permaneciendo sobre el pie con el que llegamos, y regresar. Cuando estemos ante el cuadrado donde está la piedra, nos inclinamos (¡siempre sobre un pie!) y la recogemos. Saltamos sobre ese cuadrado y llegamos al final. La meta es completar toda la ruta dejando la piedra en cada cuadrado. Ganará aquél que lo logre primero.

  1. Bomba: Cada uno de los participantes se pedía un país y se elegía quién de todos ellos se la quedaba con la pelota. El resto de niños se colocaban a una distancia prudencial mientras el de la pelota decía: ‘Declaro la guerra a mi peor enemigo que es…’ Y decía el país de uno de sus amigos al tiempo que lanzaba la pelota todo lo alto que pudiera. El resto salía corriendo despavorido, pero el país nombrado tenía que intentar coger la pelota sin que ésta hubiera rebotado en el suelo. Así se aseguraría de salvarse. Si no tendría que decir ‘¡Alto!’. Todos deberían quedarse congelados. El niño de la pelota tendría tres pasos para acercarse a cualquiera de sus compañeros (¿Quién no cogía carrerilla para hacer saltos más largos?). Si conseguía darle con la pelota, se salvaba y se la quedaba aquél al que habían dado con la bola. Si la cogían con las manos, el niño congelado se salvaba.

  1. Saltar a la comba: Con los juegos de saltar a la comba podían pasar las horas sin que nadie se diera cuenta. De pronto el sol había caído y todos debían volver a casa. Resulta que esta práctica en la que aguantábamos horas la utilizan los deportistas de elite para ponerse en forma o mantenerse… ¿Podríamos ahora seguir el ritmo de los niños que fuimos? Existen multitud de juegos relacionados con el salto de la cuerda. En grupo, en parejas, individuales…  ¿Recordamos algunos de ellos?  
  •  Una y dos: La canción decía: ‘Una y dos, María tacón taconeando piso un ratón, le sacó las tripa y Lola (o el niño o niña que esté dentro) se las comió. Por cada verso sale y entra un participante.
  • Al cochecito leré: Mientras los que movían la cuerda cantaban eso de: ‘Al cochecito, leré; me dijo anoche, leré, que quería, leré; montar en coche, leré, con gran salero, leré; no quiero coche, leré; que me mareo, leré. Si te mareas, leré, compra pastillas, leré; para el mareo, leré’; los niños saltaban durante toda la canción teniendo en cuenta que cuando llegaba el ‘leré’ tenían que agacharse porque la cuerda iba por arriba.
  • El cartero: La canción decía así: ‘¿Cuándo vendrá el cartero? ¿Cuántas cartas traerá? Pum, pum, pum ¿Quién es el cartero? ¿Cuántas cartas?’ El niño saltaba durante toda la cantinela y al final respondía cuantos saltos iba a dar. Si no cumplía con la cifra que él mismo había indicado, perdía y le tocaba ponerse a manejar la cuerda.

  1. Bote botero: Lo mismo se jugaba con una pelota que con cualquier otro objeto que pudiera patearse. El que la liga se coloca junto a la pelota, cierra los ojos y empieza a contar. Entretanto, el resto va a esconderse. Cuando el que la liga termine de contar tendrá que ir en busca de sus amigos y, cada vez que vea a uno, tendrá que volver corriendo a lugar donde está la pelota para decir: ‘bote botero (y el nombre del niño que ha localizado). Para poder salvarse, lo único que pueden hacer los que permanecen escondidos es correr más rápido y darle una buena patada a la pelota. Así, todos quedarán libres y el niño que pillaba tendrá que volver a empezar.

  1. Lego: Desde que a mediados del siglo XX un carpintero danés tuviera la genial idea de crear conjuntos de piezas que se pudieran ensamblar entre ellas y colocar de distintas formas, los Lego han formado parte de la vida de millones de niños. Las infinitas posibilidades para crear y la simpleza de hacerlo fueron los detonantes del éxito.

  1. Setas: La verdad es que este juego tenía varios nombres, pero el de seta es el que más le pega. Era como un pilla-pilla particular. Uno se la quedaba mientras que el resto se agachaba todo lo posible para facilitar que sus compañeros le saltaran. El que pillaba perseguía al único que estaba erguido y correteando pro entre las setas. Cuando se cansaba, saltaba a algún amigo y ocupaba su sitio como seta. Al que habían saltado se ponía en pie y echaba a correr.

  1. Peonza: Un clásico que parece haber pasado de moda. ¿Hace cuánto que no vemos una peonza en las manos de un niño? Siempre había algún amigo que dominaba el juguete y hacía auténticos malabarismos con ella.

  1. Rescate: Pocos juegos eran más emocionantes que el rescate. Se formaban dos equipos y uno era el que se la ligaba. Al primero que le pillaban tenía que colocarle en un lugar pactado y esperar que sus compañeros fueran lo suficientemente rápidos como para rescatarle. Todos los que iban siendo cogidos se daban la mano y esperaban al salvador. Cuando por fin un niño les tocaba antes de que le pillaran, todos quedaban libres.

  1. Bandera: Es una variante del rescate que seguro muchos conocéis. Es casi más emocionante que éste porque no sólo se tenía que rescatar a los compañeros, sino que también había que robar la bandera del equipo contrario. A menudo, la bandera consistía en la sudadera de alguien que ya había entrado en calor y a las madres no les hacía mucha gracia que su hijo prestara su ropa para el juego porque muchas veces terminaba dándose de sí de tantos tirones.

  1. Los cromos: Los niños empezaban en el arte de la negociación con sus colecciones de cromos. Las temáticas iban por modas y había algunos que eran bastante complicados de conseguir. La clave estaba en no dejar muy claro cuál querías para que el otro niño te lo cambiara sin pedirte otro valioso o demasiados a cambio. ¿Quién guarda aún sus colecciones de cromos?

  1. Zapatilla por detrás: ‘A la zapatilla pro detrás, tris tras, ni la ves ni la verás, tris tras. Mirad pa’ arriba, que caen judías. Mirad pa’ abajo, que caen garbanzos. A dormir, a dormir, que vienen los reyes magos.’ Después de que el corro de niños sentados cerrara los ojos el niño que se la quedaba tenía que dejar una zapatilla detrás de otro. Entonces todos miraba ansiosos por encontrar la zapatilla detrás de sí. Aquél que la tuviera se levantaba veloz para perseguir al que se la había puesto. Si le pillaba antes de que ocupara su sitio, tenía que volver a quedársela.
     

  1. Pañuelo: Otro clásico de los juegos infantiles. Se formaban dos equipos y se colocaban en fila, alejados, unos enfrente de otros. Cada niño tenía asignado un número, pero en la fila estaban puestos de manera desordenada. En el medio, otro sujetaba un pañuelo (o cualquier prenda) y decía un número. El niño de cada equipo que tenía asignado ese número tenía que correr para coger el pañuelo antes que el otro y regresar a su sitio. Si lo lograba, el otro muchacho quedaba eliminado. Pero si le alcanzaba antes de llegar a la fila, el que había cogido el pañuelo sería el eliminado.

  1. Churro, media manda, manga entera: Era el juego perfecto para hacer el bruto y no quedar precisamente como tal. Todos se colocaban en una fila contra una pared con la cabeza entre las piernas del siguiente niño. Los niños del otro equipo tenían que saltar llegando lo más lejos posible. Si no conseguían entrar todos sobre la barrera, perdían.

  1. Gallinita ciega: El que la quedaba llevaba los ojos vendados tenía que reconocer a quien había cogido. Era muy divertido porque se engañaba al que hacía de gallinita ciega y, a veces, se ponían de mal humor.

  1. Escondite: ¡No podía falta el juego de los juegos en esta lista! Todos conocemos la mecánica, pero ¿recordamos qué se dice cuando se llega al lugar donde ha contado el que se la queda? ¡Por mí y por todos mis compañeros!

  1. El conejo de la suerte: Los primeros amoríos salían de este juego porque jugaban chicos y chicas y claro… había besos de por medio. Todos se ponían en círculo y palmeaban la mano del de al lado en orden mientras se cantaba eso de ‘El conejo de la suerte ha salido esta mañana. A la hora de dormir, pum, ya está aquí…’ Cuando terminaba la canción, el último en ser palmeado besaba al siguiente.

  1. Las cuatro esquinas: Se trazaba un cuadrado imaginario y había que correr de una a otra esquina antes de que el que estaba en el medio, que era quien se la ligaba, ocupara la vacía.

  1. Tulipán: Otro de estos pilla-pillas más elaborados. El que se la quedaba tenía que alcanzar a algún otro niño, pero este podía librarse diciendo ‘tulipán’ y poniendo los brazos en cruz. Y ya no te podías mover hasta que alguno de tus compañeros pasara por debajo de tus piernas.

Los juegos de patio de colegio (de ahora)

Para la mayoría resulta complicado comprender cómo han evolucionado los juegos y juguetes infantiles en las últimas décadas. ¿Cómo en tan poco tiempo han podido cambiar tanto? Las nuevas tecnologías parecen ser la respuesta, pero no sería justo achacarles todo el peso a ellas. Antes los pequeños salían del colegio y podían permitirse jugar en el parque con los amigos y vecinos. Sin embargo, ahora tienen interminables horas de deberes, clases particulares de mil cosas distintas, padres ocupadísimos que no tienen tiempo de acompañarlos al parque…
Y claro, dadas estas nuevas circunstancias, los adultos no podemos dejar de preguntarnos, ¿a qué juegan los niños de ahora? El patio del colegio se ha convertido en el último reducto de los juegos en compañía, sin dispositivos electrónicos y donde regresan las actividades que en los años 80 dominaban las calles cuando estaban los niños.  Y ahí es donde los padres pueden aportar su granito de arena al contarles a sus hijos lo bien que se lo pasaban con todos los demás con juegos de correr y saltar.

Polis y cacos: Nos recuerda mucho al rescate porque básicamente consiste lo mismo. Un equipo son los polis y el otros son los cacos y los primeros deben meter en la cárcel a los segundos. Según quienes jueguen las normas varían, pero la esencia se mantiene en cada patio de recreo.
Peste alta: Un niño persigue al resto (es quien tiene la peste alta). Para que nos les atrapen, los pequeños deben subir a los lugares elevados, que hacen de casa. Allí pueden permanecer durante unos segundos máximo.
Marco Polo: Seguro que más de uno también jugó en su época a Marco Polo. El que se la liga va con los ojos cerrados, tanteando con sus manos en busca de sus compañeros dentro de un espacio delimitado previamente. El niño dice: ‘Marco’, mientras que el resto debe responder: ‘Polo’. Si están jugando en un parque y hay alguien subido a algún columpio y el que la liga dice: ‘Aire’. El que esté subido quedará pillado. Sino, tendrán que coger a alguno y adivinar quién es. ¿Sabéis dónde mola jugar a este juego de verdad? ¡En las piscinas! Ahí es mucho más difícil zafarse del que la liga y el aire se convierte en estar fuera del agua. Con esta actividad las risas están más que aseguradas para adultos y niños.

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